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Por el Arq. Hernán Adrover (Mat. Prov. 15.994)

Hipócrates, padre de la medicina occidental, decía que para formular un diagnóstico correcto es preciso conocer al paciente en su totalidad: que come, donde vive, cómo se comporta, etc. En sus albores la medicina tomaba muy en cuenta el hecho de que las formas, los colores e incluso los materiales podían modificar el estado de SALUD de las personas.

Nuestro concepto de salud ha cambiado, así ya no es simplemente la carencia de enfermedad sino un estado de bienestar consciente: nuestro entorno material, si no colabora con esto, al menos no debería obstaculizarlo.

Diversas disciplinas han dado la voz de alarma sobre nuestras casas, especialmente sobre las construidas desde los años cuarenta hasta la actualidad, donde el uso de materiales poco adecuados ha creado perjuicios que se evidencian a partir de los años setenta. Una disciplina muy relacionada con todo esto es la geopatología.

El Dr. Georges Lakhowsky en 1928 ya había constatado que las ciudades en que los índices de enfermedades como el cáncer eran menores, se levantaban sobre terrenos de arena, yeso, arenisca, caliza, ciertas rocas de origen cristalino y terrenos de aluvión ricos en arena y guijarros; en cambio, las ciudades en las que la tasa de enfermedades era superior se levantaban sobre terrenos arcillosos, gredas fosfatosas, carbón, pizarra y otros minerales ferrosos. Según este facultativo, la radiación cósmica alterada por estos entornos sería capaz de desencadenar un fenómeno de autoinducción en los minúsculos circujitos oslantes existentes en las células.

Toma tu caballo, una manta y cuando haga buen tiempo vete a dormir al lugar en que quieres construir tu casa: así sabrás si las brisas vespertinas o los vientos matutinos soplan de un modo especial”…Esto escribía el arquitecto León Battista Alberti en 1450, aconsejando en su DE RE AEDIFICATORIA, un refinado manual de la vivienda ecológica.

Actualmente, viramos nuestra atención a Oriente y sus artes milenarias, la china del Feng Shui y la japonesa del Ka-So, buscando comprender la gran importancia que posee para esta cultura la elección del enclave; posteriormente, si la posibilidad de elección del enclave es muy limitada, estas artes nos proveen las herramientas para neutralizar con diseño y distribución las inadecuadas disposiciones que encontremos.

Adelantándose a Alberti, el arquitecto romano Vitrubio explica que los romanos, antes de edificar una casa o una ciudad, dejaban pastar sobre el terreno elegido un rebaño de ovejas para luego examinar sus vísceras, especialmente el hígado.- El hígado, al regular y filtrar la sangre, es la primera barrera que opone el cuerpo a las radiaciones telúricas.

Para los que poseen la suficiente sensibilidad, será incómodo habitar en estos lugares, pues su percepción instintiva los repelerá; para los menos sensibles, en apariencia no estarán afectados. Pero funciona del mismo modo que la nicotina: su influencia es independiente de la percepción.

El efecto variará según la fortaleza de cada individuo, pero hasta el menos educado se dará cuanta que es mejor no fumar.

Los antiguos no construían sobre las planicies de inundación del Nilo; más bien usaban creativamente lo que para nosotros hoy es un tormento a modificar…

En el caso de la Arquitectura, es difícil declarar que una edificación o emplazamiento Enferma a sus habitantes. Pero todos experimentamos que en el campo se duerme mejor, que lejos de las señales electromagnéticas la ansiedad baja, que el contacto de nuestras manos con una noble y lustrada madera nos apacigua; que pisar césped descarga y pisar cemento nos va poniendo nerviosos hasta implorar por las vacaciones…lejos de allí, si es posible en la arena frente al mar y nada más.

Las jaulas de hormigón y hierro en las que habitamos hoy tienen menos relación telúrica que las casas de adobe y ladrillo, quienes conformaban una continuación vertical de la tierra para albergar al ser humano.

La Arquitectura siempre brindó las herramientas para proveer al hombre de mayores posibilidades de bienestar, pero con la premisa de adecuar las construcciones a los ritmos de las estaciones, la topografía, el sol, la luna, las mareas.

La geometría sagrada, que prácticamente replica conocimientos en civilizaciones que nunca se conocieron (como la Maya y la Egipcia) les permitió atenuar sus contratiempos y potenciar sus virtudes….No forzaron estas culturas lejanas a la naturaleza y sus ritmos.

Hoy ayudamos con nuestras modernas medicinas a curar lo que nuestras casas y ciudades provocan.

Cambiamos las plantas de lugar porque se mueren, pero no logramos ver que les sucede, ni observar ese sencillo aviso indicador: necesitamos un cambio consciente.

Lo hicimos nosotros y se supone que evolucionando en este, nuestro tiempo.